Qu?? es “la pausa de Engels” y c??mo puede afectar nuestros trabajos

??Ser?? que los luditas ten??an raz??n despu??s de todo?

Hablamos de los originales, ese grupo de tejedores que en medio de la Revoluci??n Industrial en Reino Unido, cuando los trabajadores calificados tem??an por sus empleos, atacaron los nuevos telares autom??ticos con los que se reemplazaba su fuerza de trabajo.

No eran tecn??fobos: se opon??an a que cambiaran obreros por m??quinas en los lugares de trabajo.

Dos siglos m??s tarde, el nivel de cambio tecnol??gico es probablemente el factor m??s importante, y preocupante, que afecta el mercado laboral.

La del desarrollo econ??mico humano es una historia en la que la tecnolog??a ahorra cada vez m??s trabajo y la productividad cada vez aumenta m??s.

Desde alrededor de 1750, la productividad ha crecido en un promedio de 1,1% por a??o, un ritmo que significa una mejora de alrededor de un tercio con cada generaci??n.

Cada ola de nueva tecnolog??a ahorradora de mano de obra se ha encontrado con la ansiedad p??blica sobre el impacto en el empleo.

Pero a la larga se ha comprobado que no hab??a por qu?? preocuparse tanto.

En t??rminos de teor??a econ??mica, la tecnolog??a que ahorra trabajo tiene dos impactos: un efecto de desplazamiento y un efecto de compensaci??n.

Por definici??n, la llegada de tecnolog??a ahorradora de mano de obra (ya sea la hiladora Jenny de la d??cada de 1760, los robots industriales de finales del siglo XX o las tiendas online) significa que se requiere menos mano de obra para producir un determinado nivel de producci??n.

Ese es el efecto de desplazamiento, la forma en que la nueva tecnolog??a “destruye puestos de trabajo” o, m??s neutralmente, “desplaza la mano de obra”.

Pero a medida que se desplaza la mano de obra, los trabajadores se vuelven m??s productivos (si se produce la misma cantidad con menos trabajadores) y el aumento de la productividad significa salarios m??s altos y una mayor demanda econ??mica.

Esa demanda creciente puede crear nuevos mercados para nuevos bienes y servicios y, en ??ltima instancia, nuevos empleos. Ese es el efecto de compensaci??n.

A largo plazo, la historia del mercado laboral y la tecnolog??a es la historia del efecto de compensaci??n superando el efecto de desplazamiento.

En cada ronda de cambio tecnol??gico, se han perdido empleos pero, en ??ltima instancia, se han creado nuevos puestos de trabajo.

Esa podr??a ser una raz??n para no perder el sue??o por los robots que est??n por tomarse millones de trabajos.

S??lo que si te enfocas en los per??odos de intensos cambios tecnol??gicos y observas lo que sucedi?? con los trabajos y los salarios en industrias espec??ficas, el proceso de ajuste raramente es fluido.

Toma el per??odo desde principios hasta mediados del siglo XIX, por ejemplo.

La tecnolog??a y la productividad despegaron, pero pas?? m??s de una generaci??n antes de que los salarios hicieran lo mismo.

Los historiadores de la Econom??a han llamado a este estancamiento salarial real “la pausa de Engels”, pues el fil??sofo, cient??fico social y empresario Federico Engels registr?? el estancamiento de los salarios.

En la ??poca en la que coescribi?? el Manifiesto Comunista de 1848, Engels hab??a observado una desconexi??n de varios a??os entre los salarios y la productividad, un per??odo en el cual (en t??rminos te??ricos) el efecto de desplazamiento estaba superando al de compensaci??n.

Justo cuando se public?? el Manifiesto, los salarios reales finalmente comenzaron a subir.

En los albores de lo que se llama la “Segunda Era de la M??quina”, no es inconcebible que ocurra algo similar: que el desplazamiento prevalezca sobre la compensaci??n y la introducci??n de una tecnolog??a ahorradora de trabajo reprima salarios y suprima empleos.

A largo plazo, eso podr??a revertirse… pero, como dijo el c??lebre economista John Maynard Keynes: “a largo plazo, todos estaremos muertos”.

La participaci??n laboral en todos los pa??ses desarrollados ha venido disminuyendo desde los a??os 70.

Hay un debate activo sobre la raz??n pero uno de los factores -que muchos destacan- es la tecnolog??a.

Pero hay otro factor en juego: la demograf??a.

El porcentaje de la poblaci??n en edad de trabajar en varios lugares del mundo desarrollado est?? disminuyendo y el exceso de oferta global de mano de obra impulsado por la entrada de China en la econom??a mundial parece estar llegando a su fin.

Es posible que esos cambios demogr??ficos puedan ejercer presi??n al alza sobre la participaci??n del trabajo (si hay comparativamente menos trabajadores pueden cobrar m??s por sus servicios) al igual que es posible que la tecnolog??a que ahorra mano de obra ejerza presi??n a la baja sobre la participaci??n.

Es la interacci??n de estas dos tendencias globales -demograf??a y tecnolog??a- lo que ayudar?? a determinar el poder de negociaci??n final de los trabajadores tanto como las consideraciones m??s familiares de las pol??ticas nacionales.

Los legisladores, tanto en los bancos centrales como en los gobiernos de todo Occidente, podr??an enfrentar vientos fuertes de frente y de cola cuando intenten navegar entre los salarios y la inflaci??n en el futuro cercano.

Y navegar en esas condiciones ser?? muy dif??cil.